Se calcula que, si las oficinas que mejorasen su nivel de eficiencia, se podría ahorrar entre un 10 y un 15 por ciento de energía. Pero, para lograrlo, el primer paso es realizar una auditoría energética que estudie cuál es el consumo energético de la instalación y que detecte las oportunidades de mejora.
Gracias a la auditoría energética:
- Se pueden corregir hábitos que generan un consumo excesivo de energía. Por ejemplo, se han detectado casos en los que, en verano, el aire acondicionado emitía una temperatura excesivamente baja y los usuarios del edificio abrían las ventanas para dejar entrar el calor, a pesar del derroche energético que eso suponía. Una buena auditoría energética detecta este tipo de problemas y, con una simple reestructuración de la temperatura, permite corregirlos.
- Las medidas correctoras sugeridas por la auditoría generan ahorros energéticos que compensan la inversión realizada. Teniendo en cuenta que todo apunta a que el precio de la energía continuará aumentando en los próximos años, se calcula que con el paso del tiempo la inversión quedará más que rentabilizada. Para ello, es recomendable contar con un buen profesional que, tras la realización de la auditoría energética, sugiera las medidas más adecuadas para cada caso en concreto.
- Ayuda a mejorar los procesos internos de la compañía. Las medidas técnicas debe complementarse con información destinada a las personas que utilizan el edificio. Los usuarios deben comprender la importancia de adoptar medidas de eficiencia energética en el entorno de trabajo y, si fuera necesario, adoptar hábitos más sostenibles.
- Genera una imagen positiva de la empresa, ya que las compañías socialmente responsables, que realizan acciones medioambientalmente sostenibles, ofrecen una imagen positiva de cara a la opinión pública.
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